Mi historia fotográfica: orígenes y primeros pasos

Hasta 2000: la prehistoria fotográfica

Hasta 2000 podemos decir que mi relación con la fotografía fue de gran interés pero baja acción o aprendizaje. De esta época son mis recuerdos: de niño cuando mi padre me dejaba alguna de sus maravillosas Nikon Reflex, recuerdos de mirar por el visor de las cámaras y tener un mundo completamente diferente ante mis ojos, recuerdos de mirar fotos…

Sin embargo, todo quedaba en un interés que no acababa de definir. Mi máquina, una terrible Kodak Instamatik 25, con carrete de 126 era realmente insufrible, de hecho ni se donde está y tengo poquísimos recuerdos de la época con ella. Aún así quedan algunas que me llegan al corazón, como las de la salida de bici con mi hermano pequeño hacia las minas (un hito histórico) o las del viaje de fin de curso a la nieve en Andorra. Pero poco, muy poco. Incluso cuando caía en mis manos cámaras de 35mm desechable me parecía una maravilla, hasta tengo una foto de mi hermano mayor bastante decente en Medinaceli. Baste decir que incluso en mi primer viaje al extranjero, Edimburgo, ni llevé mí cámara, si bien no dejaba de mirar con envidia la que tenían mis amigos.

Documentos de otros tiempos

En fin, una época lejana, nebulosa y que la verdad desde el punto de vista fotográfico, tampoco me genera una especial nostalgia…quizás sentir que tendría que haber acompañado más de imágenes una época tan importante de mi vida, pero bien, no sería el momento.

2000 a 2004: el nacimiento de una pasión

Todo cambió con mi viaje a Alemania de Erasmus en Septiembre de 2000…fue una fecha que cambió mi vida en muchos aspectos. Como no, también cambió mi forma de afrontar la fotografía. Como si algo despertase en mí, no podía hacer un viaje tan iniciático sin cámara o peor aún, con un cacharro tan limitado como mi vieja Kodak. Como no había otra cosa por casa, cogí prestada la Zenit 122 k con su objetivo de 58mm, en teoría de mi madre, pero que en la práctica no estaba más que cogiendo polvo.

Es curioso, pese a mi escaso bagaje anterior, el interés por la fotografía, latente, nunca había dejado de existir. Y de la misma forma que quería hacer ese viaje con un aparato más decente, quería aprender a manejarlo. Claro que no quedaba otra, era una cámara completamente manual, con flash externo también manual…o aprendías o no hacías fotos. Para ayudarme, recibí prestado un pequeño libro de bolsillo en inglés con algunos conceptos básicos de fotografía. Este libro en cuestión lo he releído decenas de veces y ciertamente, para cualquiera que quiera coger una cámara de fotos, es una buena introducción para saber que es lo que tienes entre manos. Ni que decir tiene que el préstamo nunca fue devuelto y que lo guardo como oro en paño.

Así que así me fui yo, con mi flamante Zenit colgada al cuello y mi librillo como lectura de cabecera…y tuve la suerte de caer en una de esas joyas que tiene Alemania escondidas en su interior y que mucha gente no conoce. Bamberg es una ciudad espectacular y de la que puedes hacer fotos sin cansarte todos los días. Así que por ahí iba yo con mi trasto ruso colgado al cuello y con un tipo de focal fija que no es precisamente la mejor para hacer fotos en una ciudad en plan turista…al final todo marca y esa visión “normal” ha hecho que los objetivos 50mm siempre hayan sido de mis preferidos.

La parte más lúdica, desgraciadamente no la podía documentar tan bien, ese flash externo manual era un suplicio en unas tomas donde prima la espontaneidad. Pero para todo lo demás, los 3 carretes que tiré con el cacharro (unas 100 fotos, que poco parece eso en los tiempos digitales…) me llenaron de satisfacciones y me abrieron un nuevo mundo a través del visor de una cámara

Aún recuerdo ver esos carretes revelados, con todo lo que me costaban, donde parecía increíble la calidad que daba la Zenit y su Helios, nada que ver con la inefable Instamatic.

Pero era pobre, mucho, como siempre digo, iba con el billete de vuelta abierto por si había que retirarse en navidades de vuelta a España, así que tampoco podía volverme loco con las fotos, que por aquella época costaba cada click. Además que en un año Erasmus, el aspecto social de salir un día si y otro también tiene su importancia.

Por suerte o por algo que siempre he tenido, capacidad de tirar para adelante en cualquier circunstancia, la cosa me iba bien. Conseguí un trabajo, deje de fumar y entre eso y mi forma de sacar dinero de donde no lo hay, fui ahorrando, marco a marco, con un único objetivo: comprarme una cámara de fotos “moderna”. Tenía claro lo que quería: en esa época de carrete, una réflex era la cámara que te permitía ver lo que veía el objetivo con todo lo que eso implicaba fotográficamente. La sencilla Zenit me lo demostró.

A la marca y modelo le di más vueltas, la cosa estaba entre Nikon y Minolta (las Canon por alguna razón nunca me gustaron, las réflex de entrada de la época, plástico puro me parecían una especie de juguete) y al final, con eso de que mi padre tenía todo su equipo Nikon y de esta forma quizás pudiera aprovechar algo, acabé por tirarme por esta marca.

En abril de 2001, en una tienda de fotografía de la Langestrasse de Bamberg, deposité 800 marcos, más o menos mi presupuesto “vital” de un mes, y a cambio conseguí una flamante Nikon F65 con su objetivo de kit 28-80. Para mí, un auténtico pepino nuclear fotográfico. La cámara que definitivamente me enganchó a la fotografía y que siempre conservaré con todo el cariño del mundo.

Mi primera cámara de verdad, que aún conservo

Como monetariamente la cosa me iba un poco mejor tenía más opción de tirar carretes. Era  un puro vicio, literalmente memoricé el manual, que por cierto me sirvió para profundizar en el conocimiento del alemán (es divertidísimo ver las anotaciones en lápiz con las traducciones de palabras) y estaba todo el día jugando con la cámara. También compré otro libro, este más grande e ilustrado y que también acabó por darme muchas ideas de cómo afrontar la fotografía, la composición etc. Otro pequeño tesoro para mí, que aún a día de hoy ojeo.

Es curioso como en todos esos libros de la época, la parte dedicada a las cámaras es pequeña, y el resto tiene como un tercio dedicado al manejo de la cámara y los conceptos básicos de fotografía y el resto hace mucho hincapié en cómo hacer fotos. Gracias a su pequeño flash, fue también una cámara ideal para recordar toda esa parte lúdica que un Erasmus debe tener. Aún hoy veo esas fotos con gran simpatía. Seguí haciendo fotos a la ciudad, pero también me encantaba hacer fotos al resto de compañeros de la Universidad y ciertamente, tengo algunas que no estaban nada mal, sobre todo teniendo en cuenta lo limitado de mis conocimientos fotográficos.

Fue una época de mucho aprendizaje, tanto de mi herramienta como de fotografía en general. Y la verdad que los conceptos básicos de la fotografía los empecé a manejar bien. Que supone abrir el diafragma o cerrarlo, que supone aumentar la velocidad o bajarla, como se puede jugar con el “triángulo” diafragma / velocidad / ISO del carrete, compensar exposición, usar flash de relleno…aunque también debo decir que vistas las fotos a día de hoy, muchos de estos conceptos no acababa de implementarlos como debería o podría haberlos variado más, ya que la grandísima mayoría de mis fotos parecen expuestas de la misma manera. Pero al menos eran fotos correctas, lo que no está mal.

De esa época, siempre recordaré mi viaje a Praga, que significó el comienzo de mi gran amor fotográfico por la capital checa. Allí debieron caer como 4 carretes en dos días, una locura en la época, y además, hice mis primeros pinitos con el blanco y negro. Donde este formato más me gusto fue en las fotos de personas…sorprendente.

Así que mi año Erasmus, como en casi todo, también cambió mi vida fotográfica y me engancho a este bonito arte. Durante los siguiente meses siguió el aprendizaje. Un viaje por Holanda donde, un poco por casualidad, conseguí una de mis mejores fotos de siempre,

En cualquier caso, tras ese primer año Los siguientes años fueron similares, me encantaba salir a fotografiar, seguía aprendiendo, aunque quizás la evolución no era tan rápida como en mi primer año, donde conseguí dar un salto cualitativo importante.

Mi periplo germánico continuó otro año, en la cercana ciudad de Núremberg. Ese año fue también el de la ampliación de mi equipo, donde compre mi primer objetivo, un 50 1,4 AF, un flash automático y posteriormente dos zooms, un 70-210 que desde el primer día me enamoró y por eso de “lo que molan son los objetivos luminosos” y un sigma 28-70 2,8 que nunca acabó de gustarme.

Luego volví de Alemania a España un par de años y con eso de trabajar a tiempo completo (de sol a sol en algunos casos), como que me dejaba poco tiempo para el tema fotográfico. Pero aún así me gustaba sacar mi cámara. Recuerdo algunas series buenas como las fotos de Santi Petri, en mi primer viaje de empresa y algunas de las que fui haciendo en mis diferentes vacaciones o viajes turísticos. También algunas de las que hacía en mis visitas a Alemania…pero de todas formas, 2003 y 2004, vistos en perspectiva, fueron años menos productivos fotográficamente. Quizás mi vida a caballo entre España y Alemania no ayudaba mucho, quien sabe, pero ahora veo que debería haber aprovechado más esos momentos. De hecho la sensación que tengo echando la vista para atrás es que mi aprendizaje en cierta manera se estancó, seguía disfrutando con la fotografía pero viendo lo que hacía, estaba en un punto muy parecido al de 2002 tras mi primer regreso alemán.

Por ese 2004 la verdad que me planteé seriamente lo de cambiar de cámara. La F65, a pesar del cariño que le tenía, no dejaba de ser una cámara relativamente limitada, con muchos “automatismos” que no tenían mucho sentido, especialmente con el AF o el disparo sencillo y continuo además de un visor de pentaprisma poco brillante. Sopese con seriedad cambiar a una F80 o incluso a una F100, que por aquel entonces tenía ya presupuesto.





La cámara que debí comprar en su momento, la Nikon F80 y la cámara que deseaba, la Nikon F100...con los años ambas acabaron en mis manos, cuando disparar en carrete parece cosa de locos

Cuando años después las he conseguido, creo que quizás me hubiera venido bien ese cambio, ya que podría haber reactivado mi “ilusión” por la fotografía, obligado a hacer más fotos para aprender a manejarlas correctamente y seguramente los años oscuros que siguieron hubieran sido de otra forma. Visto con tiempo, por coste y capacidades, la F80 me habría ido muy bien y creo que habría sido una cámara que hubiera disfrutado mucho. Como vi años después, no dejaba de ser una Nikon D80/90 pero en carrete…teniendo en cuenta lo que acabó por significar la D90 para mi, quizás mi historia fotográfica hubiera sido un tanto diferente.

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